lunes, 1 de noviembre de 2010

¡Es una ordencita!

...la hombría, que tan nítida parece, es imaginaria y grial: siempre falta o sobra algo para ser hombre de veras.

ELOY FERNÁNDEZ PORTA

Cultura|s La Vanguardia,  Miércoles, 27 octubre 2010

El capo es una leyenda, una invención colectiva.Un hombre da una orden. Con voz pausada. Pero firme. No mira alos ojos, es claro yescueto, y adopta el aire despreocupado de quien sabe que su autoridad no requiere aspavientos.

Nadie obedece.
(Plancha, silencio, pero cómo, grrrrrrmpfs.)

Grrrrepite el mandato, esta vez a voz en cuello,énfasis, braceo y voto abríos. Ahora los subalternos sí acatan,pero lo hacen de manera cansina,arrastrando los pies o con una celeridad guasona: como si su obediencia no fuera el efecto del poder sino el gesto de conmiseración que merecen los pobres de espíritu. “Si es que yo no tengo un jefe: tengo un matasuegras”.

Esta escena se encuentra en todos los géneros cinematográficos que se ocupan de la construcción de la masculinidad. En el cine de gánsters, en El Padrino;es la única secuencia protagonizada por Fredo Corleone, el hermano mayor que siempre será tratado como benjamín, yque, aquí lo vemos, necesita cinco gritos para echar del salón alas golfas que contrató. En el cine negro, en Sólo quiero caminar,donde el sicario, más severo pero no más eficaz, ordena –“¡Llamen aGabriel!”– con elegancia de lord primero, y después con bullebulle de tebeo, ya saben, con !!! y con #¡ y también con ('. Ejemplos recientes aparecen en el cine bélico, así el cabo cobardica de En tierra hostil.

¿Y quién sabe mandar? El capo,claro, está. Él no sólo tiene el cetro: también lo sabe blandir. Al Pacino, quién si no, es un maestro de la modulación de voz. En su actuación más meritoria logró cambiar de tono siete veces en sólo cuatro frases, sin resultar histriónico; con cada inflexión modulaba el estado de ánimo de sus interlocutores, que quedaban, así, atrapados en la voz de mando. La escena de la orden fallida muestra una jerarquía, o más bien la naturaliza, dando a entender que el liderazgo es cuestión de carácter.

Pero hay otra forma de verlo. Así como el capo es una leyenda, una invención colectiva pergeñada con anécdotas, infundios y susurros, la orden bien dada no existe. Su lugar, inefable, sería, precisamente el punto intermedio entre las dos actitudes: entre la ordencita de Ned Flanders y el arrebato mandón
del Super de la T.I.A. Así: ni susurro ni berreo; ni contención ni apremio. Parece fácil. Inténtelo. Deje el diario en la mesa, póngase en pie con parsimonia y dé La Orden aquienquiera que tenga al lado.

¿Ya de vuelta? ¿O aún sigue ahí? Sea como fuere, acaba usted de comprobarlo: esa cualidad, la hombría, que tan nítida parece, es imaginaria y grial: siempre falta o sobra algo para ser hombre de veras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen articulo, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)

Anónimo dijo...

Buen post, estoy de acuerdo contigo aunque no al 100%:)